
Al filo de la tarde, cuando el sol apaga
su brillo y el sonido del tráfico vehicular es como el rugir de mil leones,
abandonaba el lugar donde mis días transcurrían entre la falsa vanidad de
querer ser alguien y las minúsculas ganas de vivir.
Caminaba junto a mi compañera de mil
batallas, a la estación Hawthorne para abordar el metro que nos llevaba rumbo
al suburbio 20 de...