Al lugar donde ingresamos
había un silencio que era parte del paisaje y sólo los saludos de cortesía a
los camareros y algunos leves gemidos, resumían todo el ruido que se podía
escuchar al caminar por los pasillos. Dentro del sitio había una taberna fría con
luces tenues; música a bajo volumen y contadas parejas sentadas en sillones
amoblados nos rodeaban. Esto nos servía de preámbulo para lo que iba a
acontecer. Pedimos dos cervezas al barman; brebaje que humedeció nuestros
paladares y detonó la bomba de ser poco pueriles a la hora que llegó la euforia
sublime, haciendo que la palabra pecado
quedara corta para retratar las bajas pasiones entre un mancebo y una gentil
madura.
Poca charla y más caricias.
Aumento de miradas y desaparición de la cordura. Invierno de besos y sequía de
palabras. Sentí su sexo rozar con mi bragueta que convulsionaba de deseo al ver
como sus pezones erupcionaban como volcanes, revelando el éxtasis de su cuerpo
vibrante con mi tacto. In crescendo de la adrenalina al escuchar el susurro de
sus palabras y suspirar por el olor de su fragancia vainilla que perfumaba a mi
alma aventurera.
Sonaba de fondo una canción
de salsa que sólo ella y yo recordaremos como reserva del sumario a lo
acontecido, la cual iba al compás de nuestras miradas y movimientos táctiles
que se exploraban hacia las periferias húmedas de nuestros cuerpos.
- ¿Qué se siente salir con una mujer que tiene
varios años encima?
- Para mí, es como viajar en el tiempo y
encontrar un amor que no encontrarás cuando llegues a esa edad…
- ¡Embustero!
- ¿Por qué?
- Eres muy joven para hacer semejante
aseveración y menos si metes esa parla de dizque viajar en el tiempo… ¡Oigan a
éste! Como te digo, ¿¡Marty McFly!?
- En el sexo, el amor y la guerra, a veces son
necesarias las ficciones para llegar a una realidad
No sé en qué momento subimos
escaleras y entramos a la habitación, creo que mi espíritu iba por un lado y el
cuerpo, por otro. Ella caminaba sobre mi deseo y yo flotaba sobre su libido.
La
habitación nos brindaba una cama grande, con sábanas blancas de estampados
sobrios; paredes de estilo veneciano y esculturas desnudas emulando al escultor
Miguel Ángel Buonarroti; contaba con tres espejos gigantes en cada extremo (dos
laterales y uno cenital) como si cada uno fuese el Gran Hermano que observa
nuestro modus operandi y ardua insurrección carnal.
En el sexo, el amor y la guerra, a veces son necesarias las ficciones para llegar a una realidad
Cada prenda que caía al
suelo desnudaba desde el más puro de los deseos hasta el más oscuro de los
pensamientos. Me deleitaba viendo su torso desnudo de Afrodita en el espejo;
mientras ella acariciaba mi falo de manera asombrosa y apresurada, ¡cual afano
apetitoso de su paladar sexual! Contemplaba su coxis y pechos erguidos resistentes
a la edad, detonante de una euforia jamás sentida y vibrante de mi propia
juventud. El cuello se besaba intensamente despertando remotamente el instinto de Drácula;
con las manos palpando sus pezones más cafés que el Quindío y preciosos que se
hayan visto. La sordidez nos arropó en un abrir y cerrar de ojos quitándonos
las pieles de mortales para disfrazarnos de diablos en celo.
Me deleitaba viendo su torso desnudo de Afrodita en el espejo; mientras ella acariciaba mi falo de manera asombrosa y apresurada, ¡cual afano apetitoso de su paladar sexual!
En el aposento donde los
genitales friccionan y los cuerpos se calientan como mineros en brasas; la
respiración se hizo corta con rasguños propios de la excitación y las mordidas
piadosas propias del oficio, fueron agitando el ritmo que hacía temblar el
catre a escalas inimaginables de Richter.
Acordamos tácitamente que la
buena reputación era conveniente dejarla caer a los pies de la cama, ya que
después de tanto tiempo, pudimos tener la ocasión de demostrar que antes de
conocernos, éramos amantes clandestinos más allá de tener identidades
desconocidas en el mundo virtual que nos cobijó.
El reloj no se detuvo y
andamos a la par de su ritmo circadiano; al cabo rato, un gemido plausible hizo
eco en la habitación y la erupción de mi falo tras el ajetreo de la flor de
loto, ocasionaron un suspiro donde se nos fue la calentura de dos cuerpos como
un espíritu que sale del alma de un individuo. Abrazados y rendidos en las
sábanas húmedas por el sudor ante el dios Eros, la gentil dama y el aventurero
mancebo olvidaron que hace un par de horas eran dos ciegos morales jugando a
sacudirse de su rutina en busca del placer que produce la adrenalina y lo
inexplorado. Ella, una mujer madura quien experimentaba anhedonia recordó al
deseo y sexo como parte de su esencia femenina que la hacía brillar con luz
propia tiempo atrás; él, empezando los duros caminos de la vida que tiene la
adultez con experiencias que guardará en el cofre donde no yace el olvido.
pacta
sunt servanda
Nota: Cuadro 1. Les Amants III de René Magritte; Cuadro 2. The False Mirror de René Magritte; Cuadro 3. La Persistencia de la Memoria de Salvador Dalí.