Albert Camus, uno de los más grandes intelectuales del pasado siglo XX, no ocultó
jamás su pasión por el deporte rey, que ha generado odios para sus similares y
amores para el vulgo. El existencialista tuvo al fútbol como una de sus grandes pasiones, pero sus cuestionamientos sobre la vida y los problemas filosóficos del hombre, lo alejaron de
la portería para colocarlo frente al papel y la pluma.
Ejemplar El Extranjero |
Basta
con leer sobre la vida y obra de este gran escritor, ensayista, filósofo y
periodista de origen argelino. El hombre que bautizó al periodismo como “el oficio más bello del mundo”, aparte
de ser un genio en las letras, gracias a sus libros publicados – El extranjero – también fue un gran aficionado
al fútbol.
Tanto
lo fue, que durante su juventud estuvo a punto de ser arquero profesional, pero
una tuberculosis frenó el motor de su andanza con la esférica. Pues al fin y al
cabo, como sentenció en uno de sus famosos escritos “aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que
venga, eso me ayudó mucho en la vida,
sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre lo que
se dice derecha”, sostenía Camus.
El
ganador del Premio Nobel de Literatura en 1957, desde las letras tuvo la oportunidad
de volver a escribir sus remembranzas y epopeyas que le originaron tener un
sentimiento desbordado por la esférica, gracias a su escrito “lo que le debo al fútbol” publicado en
la revista cultural argentina La Maga,
durante 1966. Hincha de Racing de Avellaneda, gracias a que esta escuadra y sus colores le hacía recordar susañoranzas universitarias e inicios bajo los tres palos. Vaticinaba sobre la Academia “juega científicamente, pierde partidos que debería ganar”.
Foto tomada de Toutelaculture.com |
Y
tan académico fue, que durante su etapa universitaria cuando debutaba como
portero del onceno oficial en la Universidad de Argel (Argelia), encontró un
peldaño de su existencia mediante este deporte. Cuando Camus afirmaba “el mundo me ha permitido variadas
experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones
de los hombres, se lo debo al fútbol”, lo hacía para diferir de
intelectuales quienes hacen críticas constantes a lo que representa el deporte,
por servir de arma manipuladora de los gobiernos y opio como la religión para
el vulgo. Una antítesis a Borges cuando sentenció en las instalaciones de una
famosa biblioteca bonaerense: “el fútbol es universal, porque la estupidez es universal”.
Camus
tenía altos reflejos con ojos sumamente críticos sobre la sociedad de los tres palos (salud, dinero y amor), un achique a la
existencia humana y bien posicionado en la 50/50 al indagar sobre aspectos que
la sociedad del consumo. Tenía habilidades para un gran arquero; habría hecho
una gran labor para el mundo del fútbol, gracias a estas habilidades técnicas
abordadas desde la metáfora. Un jugador de clase y entretenido, que habría
sembrado en este bello deporte, más gladiadores de la psiquis, que objetos
cosificados al consumo y moralistas mercantilizados, que cada día tiene a
jugadores con “código de barras” en el césped. Si Camus estuviese vivo, tendría profundas discrepancias con el fútbol moderno ante el absurdismo de sus dimensiones deportivas y financieras.
No
nació para la derrota ni tampoco para la victoria pero sí para buscar alegoría
y la belleza que escondían ambas caras de la moneda: “después de todo, era por eso que quería tanto a mi equipo, no solo
por la alegría de la victoria cuando estaba combinada con la fatiga que sigue
al esfuerzo, sino también por el estúpido deseo de llorar en las noches luego
de cada derrota”.
Calle Albert Camus en La Coruña (España) |
Camus,
el autor de La Peste, fue el existencialista
del fútbol que nunca germinó en el gramado de una cancha pero quedó inmortalizado
en las letras universales que perduran aún en nuestro presente. Grosso modo, El Extranjero que no fue profeta en la
tierra de su pasión.
“No hay lugar en el
mundo en que un hombre pueda sentirse más contento que en un estadio de fútbol”