
Al
lugar donde van los últimos suspiros, lágrimas y buenos deseos para un ser
querido; lo adornaba un sitio que fungía como una banda sonora que - sin
importar si el muerto fue en vida un excelso samaritano o un reverendo hijo de
las mil putas – amenizaba los sepelios todos los fines de semana.
Sí,
esa que reprodujo canciones a todo volumen para despedir a los difuntos...