Ludmila, se hizo hincha de River Plate gracias
a ti. Una joven hincha de la banda roja que vio en tus ojos de papel y su ropa
violeta, la pasión que no saltaba en las gradas del Monumental de Nuñez, con
esa inspiración para componer poesías. En tu modestia, le habrías aconsejado a
ella, no seas fanática. Quién sabe si, era una diosa salvaje. Spinetta con esa
prosa en sus letras, habría sido mediapunta. Sus pinceladas con el balón y
gambetas, sembrarían un idilio con la hinchada gallina, que no podría seguir
viviendo sin tu amor por un amor en común: el equipo millonario. La red
contraria, solo sería el alfil, ella no cambia nada.
Habría tenido una visión para prever esas
peripecias que sufre un juego durante los 90 minutos. Un viento celeste cada
domingo, al saltar al césped de ese mítico estadio que tanto caminaste por
fuera cuando fuiste niño. Quizás Ramón Díaz o Gallardo ahora, te habría
preguntado que ves el cielo cuando una jugada no te salía contundente o el
drible quedaba a medias desperdiciando un contraataque. A veces díscolo, a
veces noble con tus compañeros, pero con ninguno habría marcado distancia. Ni
siquiera si hubiese compartido vestuario con un polémico y excéntrico jugador
llamado Charly García. Pues entre ambos, se suscitaron “rezo por vos”.
Y tus goles, cada inflada a la red, cada
lamento del rival, lo sentenciabas como ese logro que no acabará contra todos
los males de este mundo. Una sola cosa, al medio tiempo los comentaristas
habrían dado un resumen porteño, sobre el balance del juego durante los
primeros 45 minutos, habrían dicho que tus patas de rana no te permitieron
anotar la única opción de gol que hubo en el partido. En el segundo tiempo, te
habrías preguntado si ese penal que erraste ¿será que la pelota en vez de la
canción, llegó hasta el sol? Ante una falta cometida y una amarilla vista por
el árbitro y el repudio de la hinchada
gallina ante esa injusticia frecuente en el terreno de juego, te habría hecho
querer ver un tren para comprarle tiquete y prevenirlo de un ataque iracundo
millonario, así encontrabas el mapa de tu amor en el Bajo Belgrano un 2 de
enero.
Estoy seguro que si Spinetta hubiese jugado
fútbol, con Enzo Francescoli y Beto Alonso habría hecho un tridente mortal. El
86 y 96, te habría tenido como testigo de tu recital con la guitarra y letras
que junto a otras glorias bajan para recibir la Copa Libertadores, derrotando
en el averno a los Diablos Rojos de Colombia. Y dar esa otra final, que se
recitó en el 2008 en conmemoración de los que no debieron caer y salieron de
sus casas marcadas durante la dictadura militar. Así, como el Capitán Beto.
Tu filosofía de juego, sería aquella que
escribiste en todas las hojas son del viento, ya que ella las lleva hasta la
muerte. Así como Luque, en el Mundial del 78, jugó con el dolor de un fallecido
hermano. Ni siquiera ver el descenso de tu equipo amado en Junio de 2011, le
quitaría el dale gracias pues al ver verás que un niño nace, un nuevo River
Plate nace.
Si Spinetta hubiese jugado fútbol, la Selección
de Argentina en el 78 y 86, habría tenido a Kempes y Maradona relegados a un
segundo plano, pues el “Flaco” con sus gambetas habría comido a la ‘Naranja
Mecánica’ y vengarse de los ingleses por la guerra de Malvinas. Un hincha y
seguramente jugador de River Plate, como "El Flaco” Spinetta si no hubiese sido
músico, sería uno de los mejores jugadores de fútbol que habría nacido en la
hermana patria de Argentina.
Spinetta es el ídolo de multitudes latinas e hincha ilustre de River Plate, que bajó al infierno y ahora volvió a la gloria. Una declaración en rueda de prensa luego del partido que jamás jugó, remataría con esta frase para despedir:
“El buen fútbol, el fútbol bien jugado, es un regocijo y representa una manera de expresarse, la armonía del cuerpo, la manera de encarar el espacio”.