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A Dos Décadas de Ella: (parte III)


Al lugar donde ingresamos había un silencio que era parte del paisaje y sólo los saludos de cortesía a los camareros y algunos leves gemidos, resumían todo el ruido que se podía escuchar al caminar por los pasillos. Dentro del sitio había una taberna fría con luces tenues; música a bajo volumen y contadas parejas sentadas en sillones amoblados nos rodeaban. Esto nos servía de preámbulo para lo que iba a acontecer. Pedimos dos cervezas al barman; brebaje que humedeció nuestros paladares y detonó la bomba de ser poco pueriles a la hora que llegó la euforia sublime, haciendo que la palabra pecado quedara corta para retratar las bajas pasiones entre un mancebo y una gentil madura.

Poca charla y más caricias. Aumento de miradas y desaparición de la cordura. Invierno de besos y sequía de palabras. Sentí su sexo rozar con mi bragueta que convulsionaba de deseo al ver como sus pezones erupcionaban como volcanes, revelando el éxtasis de su cuerpo vibrante con mi tacto. In crescendo de la adrenalina al escuchar el susurro de sus palabras y suspirar por el olor de su fragancia vainilla que perfumaba a mi alma aventurera.

Sonaba de fondo una canción de salsa que sólo ella y yo recordaremos como reserva del sumario a lo acontecido, la cual iba al compás de nuestras miradas y movimientos táctiles que se exploraban hacia las periferias húmedas de nuestros cuerpos.

¿Qué se siente salir con una mujer que tiene varios años encima?
- Para mí, es como viajar en el tiempo y encontrar un amor que no encontrarás cuando llegues a esa edad…
- ¡Embustero!
- ¿Por qué?
- Eres muy joven para hacer semejante aseveración y menos si metes esa parla de dizque viajar en el tiempo… ¡Oigan a éste! Como te digo, ¿¡Marty McFly!?
- En el sexo, el amor y la guerra, a veces son necesarias las ficciones para llegar a una realidad

No sé en qué momento subimos escaleras y entramos a la habitación, creo que mi espíritu iba por un lado y el cuerpo, por otro. Ella caminaba sobre mi deseo y yo flotaba sobre su libido. 



La habitación nos brindaba una cama grande, con sábanas blancas de estampados sobrios; paredes de estilo veneciano y esculturas desnudas emulando al escultor Miguel Ángel Buonarroti; contaba con tres espejos gigantes en cada extremo (dos laterales y uno cenital) como si cada uno fuese el Gran Hermano que observa nuestro modus operandi y ardua insurrección carnal.

En el sexo, el amor y la guerra, a veces son necesarias las ficciones para llegar a una realidad

Cada prenda que caía al suelo desnudaba desde el más puro de los deseos hasta el más oscuro de los pensamientos. Me deleitaba viendo su torso desnudo de Afrodita en el espejo; mientras ella acariciaba mi falo de manera asombrosa y apresurada, ¡cual afano apetitoso de su paladar sexual! Contemplaba su coxis y pechos erguidos resistentes a la edad, detonante de una euforia jamás sentida y vibrante de mi propia juventud. El cuello se besaba intensamente  despertando remotamente el instinto de Drácula; con las manos palpando sus pezones más cafés que el Quindío y preciosos que se hayan visto. La sordidez nos arropó en un abrir y cerrar de ojos quitándonos las pieles de mortales para disfrazarnos de diablos en celo.

Me deleitaba viendo su torso desnudo de Afrodita en el espejo; mientras ella acariciaba mi falo de manera asombrosa y apresurada, ¡cual afano apetitoso de su paladar sexual!

En el aposento donde los genitales friccionan y los cuerpos se calientan como mineros en brasas; la respiración se hizo corta con rasguños propios de la excitación y las mordidas piadosas propias del oficio, fueron agitando el ritmo que hacía temblar el catre a escalas inimaginables de Richter.

Acordamos tácitamente que la buena reputación era conveniente dejarla caer a los pies de la cama, ya que después de tanto tiempo, pudimos tener la ocasión de demostrar que antes de conocernos, éramos amantes clandestinos más allá de tener identidades desconocidas en el mundo virtual que nos cobijó.




El reloj no se detuvo y andamos a la par de su ritmo circadiano; al cabo rato, un gemido plausible hizo eco en la habitación y la erupción de mi falo tras el ajetreo de la flor de loto, ocasionaron un suspiro donde se nos fue la calentura de dos cuerpos como un espíritu que sale del alma de un individuo. Abrazados y rendidos en las sábanas húmedas por el sudor ante el dios Eros, la gentil dama y el aventurero mancebo olvidaron que hace un par de horas eran dos ciegos morales jugando a sacudirse de su rutina en busca del placer que produce la adrenalina y lo inexplorado. Ella, una mujer madura quien experimentaba anhedonia recordó al deseo y sexo como parte de su esencia femenina que la hacía brillar con luz propia tiempo atrás; él, empezando los duros caminos de la vida que tiene la adultez con experiencias que guardará en el cofre donde no yace el olvido.

pacta sunt servanda

Nota: Cuadro 1. Les Amants III de René Magritte; Cuadro 2. The False Mirror de René Magritte; Cuadro 3. La Persistencia de la Memoria de Salvador Dalí.